A fin de probar que merece la beatitud eterna, el alma egipcia enumera ante Osiris las faltas que no ha cometido; pero el poeta no tiene que disculparse ante juez alguno.I) He deslumbrado hasta a los orgullosos y los incrédulos sin abusar de los prestigios vinculados con mi arte.
II) He dicho ¡fuera! a la cadencia, a la rima, he desherrumbrado las palabras. «Adelante, la música» ¡Malditos los discursos!III) Desprovisto de todo valor, he desterrado lo claro. Trabajando en lo obscuro, he hallado lo claro. He desconcertado. He celebrado el motín, he equiparado monstruos y prodigios, haciendo resplandecer todo aquello que exaspera a lo carenciado y al alma buena.
IV) En mis poemas han culminado los sueños del hombre, sus delirios. No me correspondía hacerles declinar su nombre; proteiformes, ellos contenían diferentes sentidos. He respetado su confusión. He permitido un libre curso a su fuga. Mis palabras testimonian su perpetua metamorfosis.V) He exaltado los sentimientos que se experimentan ciegamente, que se perderían al quererlos identificar. Cada uno de ellos, gracias a mí, ahora se entrega con los ojos cerrados. Se siente con ellos una nueva intimidad. Se siente más comodidad en el alma cuando se escapa lo que se hallaba demasiado bien sujeto.
VI) No he imitado a los que se acomodan a los deseos de la mayoría o de los poderosos. He extraído de mí mismo mi regla, mi principio y mi gusto, y he acentuado su diferencia, pareciéndome en esto a los grandes poetas y, a través de ellos, a todos los hombres. He pensado que no había mejores maneras, ni menos estrechas, de mostrar mi sinceridad y mi obediencia definitivas.VII) Me he propuesto ser inimitable. He mostrado mi maestría, no he disimulado mis audacias. He rechazado las disciplinas comúnmente aceptadas. He inventado otras para mi propio uso. Si cada uno pudiese imitarme (haciéndose inimitable), esa sería únicamente mi recompensa.
VIII) Jamás he experimentado la necesidad de demostrar. La poesía no es un oficio: la impaciencia y el orgullo no abandonan su cuna. Me he abstenido de las vulgaridades y las evidencias. Se fuerzan las cerraduras, no las imágenes. No he experimentado la necesidad de proclamarme mago y profeta.IX) No he simulado el embotamiento, el sentido común y la sabiduría de las naciones. He constatado con satisfacción que mis transportes me mantienen alejado de la tropa de Panurgo.
X) ¿El trabajo, la fatiga? No los conozco. Tengo presente que existe en el agua, entre la lluvia y la fuente, un tránsito fácil, indiscutible. Me he presentado como la fuente, produciendo naturalmente agua pura. Los versos brotan rápido.XI) Mis versos recuerdan en cada expresión que son la negación de la prosa («Lo que yo digo, es oráculo»). Todo esfuerzo vano por reducir su enigma, por evitar su celada reclama una nueva glosa. No se orada en su secreto. Al querer hacerlo desesperadamente, se vuelve más insondable su belleza .
XII) La poesía escapa a la insipidez, a la bajeza y a la futilidad de la prosa, lo cual es inapreciable. He preservado todos los dramas del amor en una pompa de jabón. Mis versos sorprenden inmediatamente. Todo los distingue del lenguaje habitual y el alma se maravilla de que la expresión equívoca, la sílaba extensa y turbadora, la conduzcan estremecida a los bosques.XIII) A otros la preocupación de nutrir el alma con alimentos de primera necesidad, que no son raros, aunque sí indispensables para su mediocridad estancada. He querido imponerle unas amasaderas lujosas y extrañas, llegadas desde las antípodas o desde los abismos.
XIV) En el rey no he encontrado majestad, ni en el cura sacerdocio. He atraído la atención sobre la insignificancia del cetro, sobre el barro de la sandalia. No he tomado las cosas por su costado irrisorio.XV) No he observado la misma irreverencia en el taller del artesano. Pero no he encomiado su labor ni su obra. He levantado la copa para alabar la curva, el color y la delicadeza. La dialéctica ordena tales preeminencias.
XVI) No existe imaginación que sea justa o injusta. No se inventa en el vacío. He recurrido al azar y a los filtros. He desdeñado la razón y la experiencia. He cambiado, por poco que lo haya solicitado imperiosamente, el sentido de las palabras. Por lo tanto, las palabras me dejan más rico de lo que me habían encontrado. Han acrecentado mis poderes mediante encuentros que quedan en el recuerdo.XVII) He sido lo suficientemente temerario como para glorificarme de mi resolución, y recomendarla como principio. Mis imprudencias han sido siempre venturosas, las he concebido en la grandeza del ánimo. Sobre todo he contado con la instantaneidad de la suerte, provocándola sin medida para acentuar la fuerza de mi imaginación y la generosidad de mis sentimientos. Las he aceptado orgullosamente, regocijándome por lo demás de no deberlas más que a mí mismo.
XVIII) He expresado lo que, antes de mí, se consideraba como inexpresable.XIX) He divulgado lo que todavía se tenía por incognocible. He reverenciado la ciencia menos difundida, lo que no era posible saber, todas las cosas complejas que cada uno computa desde el nacimiento hasta la muerte, y que, al encontrarlas en mis versos, le golpean con una evidencia que le provoca una risa de hachich.
XX) Tengo el corazón puro. He escandalizado a todos los imbéciles, salvo a los que duermen el sueño del justo.XXI) Los que aman mis versos los dicen cuando se encuentran solos y su puerta se abre hacia la noche. Los que aman mis versos y aman, ya no tienen necesidad de decirlos.
XXII) A toda verdad le he dado su fosa.XXIII) Este camino me ha elegido libremente. La idea del éxito y del fracaso está en la punta de mi pie.
André Breton/Jean SchusterTraducción: Juan Carlos Otaño. (*) “Art poétique”.
Texto extraído de la revista «Bief» nº 7, Ed. Le Terrain Vague, París, 1º de junio de 1959 (pág. 7).